dimarts, 3 d’agost del 2010

Per les meves companyes...


Hace ya algunos años que creí haber encontrado en mí la vocación de ser maestra, pero la duda siempre hacía que me preguntase si verdaderamente serviría, si llegaría a estar algún día lo suficientemente preparada como para “formar personas” y cuando digo “formar” lo hago con todo lo que conlleva, haciendo referencia al arte de “dar forma al sujeto”, como si de figurillas de barro mojado se tratase. Son las manos del maestro como las de un alfarero que pule o añade la cantidad precisa de barro hasta realizar una bonita figura, que se terminará de modificar y finalmente secar bajo los calientes rayos de esta vida, al menos, así me gusta verlo a mi. Ahora, ya ha finalizado este curso y puedo afirmar que ha sido una experiencia muy gratificante.


Dicen que el primer día de cole para un niño o niña es duro... ¿Y para la persona que se adentra por primera vez en la figura de maestra tutora? Puedo afirmar que también lo es.

Recuerdo el primer día: una noche sin a penas dormir, un comienzo del día entre nervios, malestar, dolor de estómago... No exagero. Es así. Piensas en qué dirás al llegar, en cómo actuarás, en cómo serán tus nuevos compañeros ¿Y si no lo hago bien? ¿Y si no estoy a la altura de las circunstancias? Escalofríos de nuevo... Tengo que admitir que pensé en quedarme en casa, en ponerme enferma y mil y una historias más que todas llegaban al mismo final: tengo que ir al cole. Así que con la mejor cara fingida y cientos de mariposillas revoloteando por todo mi ser me adentré en estas cuatro paredes entre las cuales estabais todas vosotras. Así recuerdo el primer día y podría estar explicando y explicando experiencias, pensamientos, anécdotas… Pero mi intención no es esa, sino agradeceros todo lo que os tengo que agradecer y lo haré de la forma más breve posible: ningún inicio es fácil y no hay nada que me fastidie más que tener que expresar algo importante y no saber qué palabras elegir, por ello, simplemente daros las gracias por haber confiado en mi, por haberme apoyado, explicado incluso enseñado porque puedo afirmar que al igual que cada uno de mis alumnos vosotras también habéis sido mis maestras.

Respuestas a mis preguntas, soluciones a mis interrogantes y lo más importante: el lenguaje no verbal; una mirada, una sonrisa, un pequeño gesto de compañerismo, por todo ello, gracias, y porque hay silencios más expresivos que mil palabras... Llenos de significados, de sentimiento porque entenderse y llevarse bien con alguien es simplemente una cuestión de piel y yo me he sentido parte de este proyecto, de este equipo, parte de vosotras. No os entretengo más, solo concluir diciéndoos que a mi me gusta pensar que las despedidas son bonitas, que son el broche que le pones a algo muy intenso que te ha hecho muy feliz, pero esto no es ni mucho menos un colorín colorado este cuento se a acabado, sino un hasta muy pronto y de nuevo, mil gracias.

Noemí